El vuelo de las palomitas de maíz

Brachychiton belongs the family Sterculeaceae, and all the species are native to Australia.  

Hoy mis andares me trajeron hasta aquí, a estas flores sobre el pavimento. Por su forma, su color, por cómo flotaban en el aire antes de posarse en el suelo, parecían una orbe de crispetas, pochoclo o palomitas de maíz —como se llama el popcorn en inglés.

Una semilla se convierte en árbol, florece en primavera y, en verano, con el calor, sus flores caen para nutrir la tierra… y también esta existencia. De alguna manera, esas flores despertaron un recuerdo, y un instante para agradecer y comprender que también somos hijos del maíz.

En Colombia, durante la época del racionamiento de luz, vivíamos en una casa con una tía tan infante como mi hermano y yo. Mientras mi madre y mi padre trabajaban, nosotros nos alimentábamos, hacíamos las tareas escolares y nos dormíamos hasta el amanecer.

A los niños se nos olvidaba llevar horarios o seguir rutinas. Conocíamos, sí, el sonido de la campana escolar que marcaba el cambio de actividad, pero no manejábamos el tiempo. Dos horas podían transcurrir en un minuto, y un susto, podía durar toda una vida. Aún hoy, las dimensiones del tiempo a veces se escapan al entendimiento.

Se nos olvidaba la hora de comer. Simplemente, se iba la luz y recordábamos a oscuras,  que era momento de cenar. No contábamos con estufa a gas ni con ningún aparato que funcionara sin energía. Para evitar regaños, calentábamos la olla con una vela y allí preparábamos nuestras sopas. Y hasta nos atrevimos a hacer crispetas.

Mi tía escondía las ollas para que los adultos no descubrieran el tizne —nuestro secreto. En una ocasión, nos descubrieron. Se sorprendieron no solo por nuestra astucia para ocultar todo rastro, sino por el coraje de cocinar con fuego. Sin saberlo, hacíamos experimentos de física pura. La inocencia y el destiempo nos permitieron explorar y aprender.

Cuando mis padres se separaron y todo parecía inestable, las crispetas también fueron sustento. Les agregábamos azúcar, sal, lo que había. Éramos pequeños científicos de sinsabores. Mezclábamos, probábamos, descubríamos.

Siempre me ha maravillado el maíz. ¿Cómo puede una sola pepita expandirse para alimentar a humanos y animales, y convertirse en harina, arepas, tamales, salvavidas. Que vivan las palomitas de maíz, que al calor de una vela, abren sus alas para venir hasta aquí, florecidas, saltando entre recuerdos…

Las memorias de esa época son felices. Nunca sentí que pasábamos hambre, ni que teníamos una nutrición desbalanceada. Para nosotras, cada día era como estar en una gran película. ¿Qué mayor alegría para una niña que comer algo que siempre se asocia con la felicidad? Jugábamos a lanzarlas al aire y atraparlas con la boca. Acertar era una fiesta.

No sé si mi madre lo pensó con intención o si mi tía simplemente las preparaba porque era lo más divertido. Pero ese gesto se convirtió en una anécdota con trascendencia.

En muchos sentidos, he sido como esa pepita, diminuta, ingenua, sutil… que al contacto con el fuego, danzo, salto, me expando y me transformo en algo maravilloso, que sustenta y nutre otras existencias.

Gracias, madre y tía.
Gracias a las flores.
Gracias al maíz.

2 thoughts on “El vuelo de las palomitas de maíz

Leave a reply to Patricia Lezama Cancel reply